Claves para sanar nuestro Linaje Femenino
Cuando estamos trabajando en los linajes femeninos, nos adentramos a un mundo de comprensión del dolor, la angustia, los miedos y todas las cargas que traemos a través de las generaciones anteriores. Acercarnos desde esta perspectiva, nos permite ver que mucho de lo que llevamos con nosotras no es nuestro, quizá mucho sea de nuestra madre, de nuestra abuela, de la bisabuela… por ello ir deshilando la manta de los recuerdos nos lleva al camino del reconocimiento, sanación y perdón. Para mi, tres palabras clave de la constelación y el encuentro con nuestro linaje femenino.
Ellas, las mujeres de nuestro pasado se manifiestan en nosotras a través del palpitar de nuestro útero. Esta Vasija Sagrada contiene las aguas de todas las emociones, suyas y nuestras. Hemos de aprender a sentir y reconocer para dar paso a la elección de aquello que queremos que se quede con nosotras y de aquello que decidimos sanar o soltar.
Cómo empezar a sanar nuestro Linaje Femenino
ESCRIBE UNA CARTA A TU MADRE
(esté presente en tu vida o haya dejado su cuerpo físico o nunca la hayas conocido)
Toma un papel y lápiz y escribe una carta a tu madre en donde le contarás aquello que sientes en lo más profundo de tu ser.
Anímate a escribir lo que dicte tu cuerpo, tu corazón, tu voz, tus lágrimas, tus inquietudes, tus anhelos, tus incertidumbres, tus vacíos, tu andar.
Déjate sentir lo que hay allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; que tu mente no tape tu corazón. Esos sentimientos no son buenos ni malos, son lo que son, no los frenes, deja que fluyan con las lagrimas, las risas y los recuerdos.
Este hecho hace parte de un “acto sanador”, ya que traes a la luz aquello que ha estado en las penumbras o en las sombras.
Cuando sientas que las emociones han tomado forma, comparte con alguien de confianza tu carta,
léela con tu grupo de amigas, con tu círculo de mujeres, con tu espacio de meditación, tu acompañante espiritual
Recuerda que tu estás aquí, porque tu madre te parió;
y a tu madre la parió tu abuela;
y a tu abuela la parió tu bisabuela;
y así atras y más atras en el tiempo.
En este segundo “acto sanador” ocurren a lo menos dos cosas:
Al escuchar tu propia voz, anclas la vivencia en el presente y cada una de las células de tu cuerpo es conciente de la transformación que estás experimentando.
Cuando eres conciente de que otra persona te escucha, eliges “brillar con luz propia” y permites que todas las mujeres que te anteceden puedan entrar en tu vida como parte del aquí y ahora, para que sean ellas las que sostienen tu existencia y para que seas tú la que sostiene su existencia (todas somos una).
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Isabel Silva 938184157
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