El Sol y su sombra en los signos zodiacales
La Astrología encarna para la mente moderna un valor de irracionalidad irritante. Es natural. Pero si además es presentada en el circo mediático -televisivo especialmente- como paradigma de conocimiento racional, en boca de ciertos payasos bastante irracionales, la irritación que produce en muchas personas de buena voluntad es infinita. Como bien decía Ruperti en su libro Ciclos del Devenir (Edición de Kier, 1989, pag. 17): Aún hoy, a pesar de que el individuo detesta contemplarse como víctima del Universo, este sistema de creencias determinista persiste en la mayoría de los astrológos. Sin embargo, esto es lo que hay en el panorama social acerca de la Astrología y hay que aceptarlo y digerirlo antes de poder cambiarlo. Por algo serán así las cosas.
Lo que nos queda a las personas que tratamos de poner nuestro granito de arena en el paulatino cambio social que ha de producirse sobre la valoración del conocimiento astrológico -lo anuncia Plutón en Sagitario- es explicar nuestra experiencia cotidiana en la consulta astrológica, complementada esencialmente con nuestra actitud personal y vivencial, de manera tal que quien en alguna encrucijada de su vida crea que la Astrología pudiera serle de alguna ayuda tenga la oportunidad de acercarse a ella permaneciendo a salvo de los depredadores exotéricos que tanto abundan en las terribles selvas de la ignorancia humana. Dicho de otro modo, el problema de la Astrología o el uso de su virtud siempre estará vinculado a los problemas irresueltos o a las virtudes asentadas de quienes la representan aunque como conocimiento la Astrología sea, efectivamente, transpersonal y esencialmente arquetípico.
En esa línea, quiero mostrar algunas pinceladas de mi trabajo cotidiano en Astrología advirtiendo, eso sí, del uso terapéutico que de ella hago y que, en el fondo, no es más que ayudar a cada persona en la comprensión del problema que le ocupa y preocupa cuando viene a consulta. En ese ámbito de trabajo -de fontanería emocional- aprovecho la capacidad simbólica y arquetípica que el mapa natal posee para desentrañar los problemas cotidianos de la persona que pide ayuda y que se muestran con toda su crudeza cuando está en crisis vivencial. En esta situación crítica cada uno solemos leernos mal como problema por lo que difícilmente alcanzamos soluciones adecuadas. Es evidente que la propia ignorancia del astrólogo sobre sus propios bloqueos caracteriológicos no la resuelve el conocimiento técnico de la Astrología sino que, muy al contrario, queda impresa en el uso que de ella hace ante quien le consulta.
Es conveniente recordar la importancia del signo ascendente y del signo donde se asienta la Luna -junto con los demás elementos de juicio- que en muchos casos oscurecen la consciencia solar en el carácter de la persona. Cuando es así puede afirmarse que existen bloqueos notables ya que es la energía solar la fuente de las demás energías astrales. Tener consciencia del propio Sol es el camino de integración de la Carta. Quedarse pegado al Ascendente o la Luna -por ejemplo- es quedar atrapado en las expectativas del mundo -la imagen- o en las de mamá -la teta.
Así, Aries es un signo al que antes o después le toca resolver en su vida cotidiana el problema del miedo. Existen muchos disfraces con los que Aries tiende a tapar este tema. El temor, de fondo, es el miedo al propio sentimiento de miedo que puede herir gravemente su autoestima, su esfuerzo por crear y mantener un ego fuerte ante el mundo, ante los demás y lo demás. Así vemos que muchos Aries se vuelven temerarios como forma de tapar su miedo al miedo; otros adquieren una excesiva actitud competitiva buscando retos que vencer lo que tiene mucho que ver con su miedo al fracaso; también hay miedo a la acción consciente, reflexiva, que les permita decidir teniendo en cuenta las limitaciones de su energía, las consecuencias y responsabilidades -a veces dolorosas- de su actitud irreflexiva. Este miedo Aries tiende a taparlo con prisa, saltándole por encima, ya sea invadiendo al otro, acelerando el ritmo natural de los acontecimientos o buscando directamente la acción como espacio de reflexión.
Aprender quietud y reposo para valorar sus propias limitaciones y temores es algo que Aries necesita aunque antes tiene que aprender a desmontar el más seductor de sus juegos: su narcisismo juvenil y espontáneo al que tanto cuesta madurar y con el que tan autoindulgente es él y quienes seduce. Por lo tanto, la temeridad, la acción irreflexiva, los prontos agresivos hacia los otros cuando le hieren en su narcisismo, estos temas suelen ser parte esencial del punto ciego del arquetipo Aries. No hay duda de que en terapia se precisa paciencia y actitud decidida para aguantar el tirón instintivo de Aries y acompañarle en su proceso.
A Tauro le duele el problema de la rigidez, de la incapacidad para expresar oportunamente la energía polar escorpiana, la de Marte y Plutón. La energía yang marciano-plutoniana tiene que ver con la agresividad sana que necesitamos para vivir como elijamos -Marte- y con la agresividad cabreada -Plutón- que no es otra cosa que la energía pulsional de la vida envuelta en frustración. Esta energía yang, según su ritmo e intensidad y el modo de empleo e integración emocional, da lugar a los sentimientos de ira, rabia, violencia, ambición, deseo, posesión, compasión y transmutación. Si lo pensamos un poco no es posible integrar esta energía visceral sin desestructurar -en mayor o menor grado- la imagen estable y previsible que ofrecemos a los demás -el Ego- y que cumple sus expectativas en la relación a costa de parcelas de autoafirmación valiosa. Tauro es el arquetipo zodiacal que fija en sólida estructura caracterial todo el anterior esfuerzo agónico-egoico de Aries tratando de alcanzar ese estado de autosuficiencia vivencial propio del primer signo de Tierra.
De esta manera los bloqueos caracteriológicos de Tauro tienen que ver con su tendencia natural de fijar y contener procesos emocionales relacionados con la agresividad y la autopreservación. Cuando esta energía exige -en sus distintas manifestaciones- ser expresada sin paliativos hacia el mundo, Tauro se embota y sufre de resentimiento -ira y rabia contenidas- descargado con sus cíclicos ataques de violencia; sufre de posesividad y codicia -ambición frustrada-; sufre de celos -deseo inadecuadamente expresado- y sufre, en suma, de autoagresividad lo que a menudo trata de contener con mecanismos de obsesivo control dirigidos tanto hacia el mundo -los demás y lo demás- como hacia su propia emocionalidad interna. A Tauro, sin duda, le cuesta muchísimo pedir ayuda desde su necesidad, desde su carencia. Pero esa es su tarea consigo mismo.
A Géminis la crisis suele llegarle cuando se le agotan los regates mentales y ya no le calma los vacíos su actividad favorita de coleccionador de datos. Géminis es el primer signo sin sitio emocional unívoco y entretiene su desubicación vivencial jugando con la imagen que despierta en los ojos de los otros. Así logra la estima ajena a costa de perder la propia extraviándose sentimentalmente en la mirada de los demás, en el síndrome terrible de los espejos. Cuando a Géminis le llega el momento de comprometerse con sus propios sentimientos entra en crisis puesto que se ha quedado anclado en los datos, nombres e ideas de las emociones y precisa entonces atravesar el desierto de su propia inmadurez adolescente lo que a menudo le lleva, previamente, a extremos de actividad seductora o de inactividad depresiva antes de aceptar su propia torpeza sentimental desde donde aprender la necesaria irracionalidad de lo pasional.
Descubrir la parte falsa de su seducción -la que le entretiene de su propia desubicación- y recuperar el sentido global de sus acciones, en base a una ética superior -Sagitario- es el trabajo más difícil para Géminis que deberá aprender cómo a veces la vida es aburrida y apenas pasa nada que haya que codificar. Géminis necesita poner a descansar sus reflejos mentales de concursante que todo lo sabe para así disfrutar del silencio y ternura de su corazón. Antes o después se dará cuenta de cómo tapa ese silencio con su discurso mental, con su dialéctica de pin-pon que le impide escuchar las demandas de su alma.
Cáncer es un signo que sufre de PASADO. Su presente está teñido de recuerdos que a menudo no lo enriquecen sino que lo apoltronan. De ahí la fama de Cáncer con relación a sus cambios de humor, a su hipersensibilidad bastante susceptible ante lo nuevo, presente o futuro. Lo que le pasa en el presente, lo que le hacemos o decimos, se asocia en él con situaciones pasadas y reacciona según digiera ese cóctel. No es extraño pues que su estómago lo note tanto. El punto ciego de Cáncer se asocia con su necesidad de pertenencia a lo que le rodea, -familia, amigos, amores, socios, ambiente, etc.- y con su dificultad para entregarse a la experiencia de la realidad presente. El problema de Cáncer es que esa experiencia viva del aquí-ahora la está filtrando con sensaciones y emociones introyectadas de su pasado que están, por tanto, coloreando la relación con tonos emocionales inexistentes para las demás personas.
Con Cáncer hay que trabajar a tope sus introyecciones, sobre todo aquellas que tienen que ver con la nutrición emocional de su etapa lunar -teta buena, teta mala- y ayudarle a darse cuenta de su tendencia a percibir la realidad presente mediante el filtro de su emocionalidad pasada, permanentemente actualizada por un culto sublimado del recuerdo afectivo, de la memoria de lo carencial. Podría decirse que la hipersensibilidad y desconfianza de Cáncer se nutre de su dificultad para entregarse a lo que está pasando sin filtrarlo inevitablemente por el recuerdo emocional permanentemente presente. En el fondo todo el trabajo terapéutico de Cáncer busca hallar su sitio personal frente a la madre o frente al padre si este fue la fuente significativa de alimento emocional. Cuando Cáncer tiene este tema cerrado cambia absolutamente su relación con la realidad.
A Leo se le atraganta el problema de su autoimagen en el espejo del mundo. Es muy difícil estar a la altura de vuelo, de expectativas, de Leo, incluso para él mismo. Generalmente las crisis le vienen por vía del fracaso tanto profesional como emocional. Podría decirse que el Sol de Leo sólo entra en su sombra cuando los acontecimientos profesionales y, sobre todo, emocionales le oscurecen lo suficiente.
Suelen necesitar situaciones críticas muy fuertes para recoger su propia limitación y responsabilidad pues Leo es maestro en el arte de proyectar sobre el mundo -lo demás y los demás- las razones de su tropiezo. Incluso cuando entra en el dolor o en la depresión Leo tiende a ser el más dolido o deprimido por la necesidad de este arquetipo solar de ser el protagonista incluso en su oscurecimiento doliente.
El punto ciego esencial de este signo -como en los otros de fuego- es su dificultad para quedarse quieto, en contacto con sus vacíos. Siempre suele haber un exceso en la acción o en la quietud que impide a Leo la autocontemplación consciente. Leo se siente a sí mismo como centro de atención de los demás -sobre todo de los suyos- ya sea en el despliegue activo o en el repliegue pasivo de su ego. El proceso de sanción terapéutica de Leo es de los más complicados y a veces necesita pasar por la depresión profunda o por la somatización severa. Un buen susto a menudo es la única manera de parar el hipnotizador autoengaño. Reconocer y aceptar sus propias limitaciones es lo mejor -y lo más difícil- que puede sucederle a Leo. Esto tranquiliza su corazón y lo hace más presente, más de verdad en su vida cotidiana, sin necesidad de juegos histriónicos que le falsean.
Virgo siempre acaba topando con su temor al rechazo emocional puesto que siente una enorme inseguridad para creer que se merece ser correspondido sentimentalmente. Es un signo solidario y solitario que en el ciclo astrológico a menudo parece estar pagando los excesos egoicos de Leo, el signo que le antecede.
El foco más neurótico le nace a Virgo de su propio centramiento en lo mental que le lleva a codificar su realidad vivencial en función de ser útil para el entorno con el que se relaciona, tanto profesional como emocionalmente. Cuando el sentimiento irracional o instintivo inunda los agudos mapas vivenciales de Virgo este se bloquea en el mecanismo neurótico de la Retroflexión y se traga su emoción, sus necesidades nutricias, a menudo desde una actitud de estoica resignación activa y ocurrente. Ponerse al alcance del sentimiento puro y duro lleva a Virgo a tocar su necesidad insatisfecha y la dificultad que tiene para pedir desde el miedo a no merecer. La rabia por la carencia afectiva Virgo la deriva en solitaria resignación y dolor estomacal para su asimilación. En terapia Virgo ha de bajar a su propio deshabitamiento emocional y desde ahí ponerse en paz con su propia necesidad infantil.
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Para ello ha de parar su radar intelectivo tan orientado hacia la comprensión mental y dejarse estar en el silencio de su soledad, no para resignares -como suele sucederle- sino para percibirse en su totalidad -polaridad Piscis. Admitir la torpeza intelectiva que suele acompañar este descubrimiento holístico es duro para Virgo. Sin embargo, con este conocimiento de sí mismo puede llevar adelante, con mayor felicidad, su útil destino solidario entre quienes le necesitan cotidianamente.
A Libra le atrapa la cárcel de las formas, del diseño ético-estético que con el pensamiento hace de la vida corporal, emocional y sobre todo instintiva. Hay una necesidad natural en Libra que le lleva a buscar la integración antes de vivir completamente la necesaria polarización emocional de la realidad. Libra es una experta energía que pone vendas en las futuras heridas de la agresividad y la pasionalidad -polaridad Aries- sin antes proceder a su dolorosa curación a veces precisada de sutura y desinfección. A un Sol en Libra hay que aflojarle el nudo mental con el que ata el dolor y la rabia de su corazón y mostrarle, suave y tenazmente, el camino del cuerpo, del músculo que descarga físicamente su contención emocional. Aunque practica para sí mismo la Deflexión intelectiva -las pajas mentales- como buen signo de Aire su trabajo terapéutico es recoger sus acertadas proyecciones sobre los otros para sí mismo.
La irritación que Libra puede producir -en quienes asesora- nace de su tenaz negativa a admitir la herida bajo la venda que, previsoramente, coloca encima. A Libra le cuesta ver la coherencia implícita en manifestar rabia y agresividad contra aquello que consciente o inconscientemente nos ha herido. Quiere tapar el dolor de las heridas con la venda del Inconsciente que parece ser el responsable impune de muchas faenas.
Sin embargo, también somos responsables de semejante Inconsciente cruel al que la impunidad -esa imagen de saco oscuro e irremediable que le damos- tan sólo ayuda a que engorde para estallar con mayor violencia posteriormente. Cuanto más se soslayan los trabajos de consciencia de nuestro Marte asertivo más nos ponemos al alcance de los terremotos de Plutón.
Aprender la lección de Marte, su uso acertado, es esencial para todas nuestras relaciones. El peligro de somatización y rigidez corporal está detrás de la evasividad venusiana de Libra. El trabajo consciente para defender el propio sitio, ante la invasión ajena, puede dar a Libra una buena senda para aprender a decidir desde sus necesidades.
La cárcel de Escorpio se teje como antídoto ante las viejas heridas de su primigenia vulnerabilidad infantil. Estas heridas con el tiempo quedan envueltas en un hipnótico y autohipnótico papel de regalo que las hace brillar como focos de sutil y contundente energía psicológica y emocional con la que el intenso Escorpio seduce o asusta a quienes le tratan.
La dificultad del Sol en Escorpio consiste en aceptar su profunda, apasionada y compasiva sensibilidad, vulnerada, en su propia fragilidad, por las primeras heridas de toda educación social y familiar.
El problema de esta aceptación es topar, en ese reencuentro, con el lote completo de la sensibilidad escorpiana donde se esconden los viejos resentimientos y venganzas contenidas -tempranamente empaquetadas- junto con su sentido profundo de la entrega y la compasión. Sin embargo, suelen ser esas viejas deudas -que tanto han afinado su estrategia emocional para la autopreservación- las que de vez en cuando conducen a Escorpio al infierno plutoniano de la violencia destructiva y autodestructiva.
La mala fama de vengativo y duro Escorpio se la gana en su necesidad pulsional de vomitar, de vez en cuando, esos regalos envenenados que lleva dentro. Necesita expulsarlos para limpiar su corazón amoroso de los viejos rencores oxidados. Escorpio es un signo auténtico y visceral al que la adulación no le llega pero es también el signo más exigente y autoexigente, el juez más terrible al que sólo la compasión da descanso. Y este es su problema mal leído.
El trabajo con Escorpio gira alrededor de la presencia y confianza terapéuticas. Sólo si Escorpio se llega a fiar de quien le ayuda y acompaña en su viaje interior -sólo entonces- se atreverá, en un doloroso y difícil parto, a mostrar y mostrarse en su dolor, en su corazón herido. Sin duda su profunda capacidad de consciencia hará el resto.
Sagitario entra en crisis por sus propios abismos internos tras agotarse y agotar todos los viajes exteriores por los más exóticos y lejanos abismos naturales, espirituales o deportivos. Cuando en su cansancio le toca la desesperanza existencial, Sagitario descubre su dificultad para comprometerse con la vida cotidiana y dejar de correr.
Descubre su temor al dolor, al sufrimiento, a la soledad cuando ya no le quedan creencias que perseguir para tranquilizarse o lugares y personas donde escaparse; es entonces cuando entra en crisis, a menudo crueles y destructivas si no están contenidas por un disciplinado trabajo de consciencia personal.
Es muy duro el aterrizaje -casi siempre forzoso- de Sagitario en la realidad cotidiana de sus dudas, de sus miedos vivenciales. Pero es cierto que tiene suerte aunque le cuesta mucho tiempo y silencio aprender a aprovecharla.
Precisamente esta sensación de suerte en los problemas, en los callejones sin salida, que a menudo siente Sagitario, puede aumentar su desesperación en momentos de crisis profundas -donde el camino se pierde en la noche y hay que aprender a esperar el nuevo día-, llevándole a buscar mágicos atajos por los que escapar de su verdadera dificultad: permanecer en el presente doloroso y desesperanzado hasta atravesarlo con paciencia y susto.
Sagitario no necesita tanto ponerse en paz con su diablo interno -Escorpio- como aceptar el susto que le produce el silencio de dios, el autismo de la Vida ante su demanda angustiada de sentido trascendental en lo cotidiano.
Capricornio es un misterio debajo de una fría estrategia ambiciosa que cuando se rompe muestra un corazón entre pañales. Se deprime bastante y casi siempre cree que es debido a temas de trabajo, económicos o de cualquier otro deber que hay que cumplir y que no deja sitio al niño frustrado que lleva dentro.
Aquí no hay que extenderse mucho: el problema de Capricornio es su niño ausente, su incapacidad para jugar, para divertirse. La vida acaba siendo algo muy serio para un Capricornio y eso no lo aguanta mucho tiempo ni él ni los que le rodean y que tanto necesita. Tal vez sea este el signo zodiacal que menos siente la necesidad de ser ayudado emocionalmente puesto que, en el fondo, su temor es encontrarse un corazón de piedra donde otros lo tienen de carne y hueso.
Emocionalmente Capricornio depende de su energía polar, Cáncer, y en cierta manera es verdad el tópico de su frialdad calculadora pero ni siquiera Capricornio puede vivir sin el calor del amor, de la ternura. Es esa dependencia que siente de la energía Cáncer, para sentirse emocionalmente vivo, la que le lleva al más terrible de sus vacíos: el miedo al abandono.
Sentirse emocionalmente abandonado lleva a Capricornio al ártico feroz de su soledad y al frío absurdo de los frutos materiales y profesionales no compartidos. Atravesar ese miedo al abandono pidiendo la nutrición emocional que necesita, luchando por ella, es la tarea más difícil de Capricornio que muchas veces compra, controla o estratégicamente abandona el corazón de quién le da ternura, quedando atrapado en ese Saturno terrible que, por miedo a ser destronado, se come a sus hijos, uno a uno.
En terapia, enfrentarse al padre que le devoró con los dientes del deber y del juicio es imprescindible para Capricornio.
El problema de fondo de Acuario es ese aire impasible y distante con que a menudo los nativos de este signo meten el dedo en el ojo sensible de los temores y las creencias de sus congéneres. Dedo que, aunque envuelven en el guante sutil de la racionalidad más progresista y liberadora, adolece del respeto a la lágrima de la debilidad humana, adolece de respeto al ritmo anticuado y perezoso con que la tradición y la historia profunda de los hombres va despertando al amanecer del nuevo fuego prometeico. El despertador de los acuarianos asusta por su fría contundencia sonora aunque sea para anunciarnos buenas nuevas.
Mientras Libra necesita al otro de carne y hueso -su presencia receptiva- para sentirse vivo, o Géminis -el otro signo de aire- necesita al otro entretenido e interesado para conseguir eso mismo para sí, Acuario puede renunciar a esa realidad de contacto presencial y de mutua necesidad para la relación. Así Acuario tiende a neurotizarse pensando la vida y las relaciones como complemento de axiológias, ideologías y estructuras que vivencialmente cumplen su pensamiento.
Los calores, olores, tactos y exabruptos dolorosos o felices que sienten, por ejemplo, los demócratas, si no les impiden ejercer su voto, a Acuario se le escapan por el agujero de su horizonte progresista y democrático.
Traerle al presente limitado y frustrador de su vida cotidiana donde el ideal solidario y libre naufraga en los platos por fregar o en los deseos monótonos de la pareja, ese es un trabajo nada fácil para un terapeuta que quiera acompañar a un Sol en Acuario en su viaje de regreso al aquí y ahora de su propia vida.
El individualismo perfeccionista de Acuario le hace un gran elemento de evolución, de cambio y mejora, pero le niega la ternura para aceptar compasivamente lo que hay, disfrutando de ello sin expectativas idealizadas que enturbien la experiencia de la realidad. Es una contradicción muy arraigada en los Acuario aquella por la cual defienden los valores humanistas más progresistas con su cabeza y a la vez se muestran fríos y poco humanos, en lo más humano, en el corazón.
Ver su Saturno es la tarea que más cuesta a Urano pero no hay otro modo de tener libertad que hacernos responsables de ella limitándola en el respeto a la libertad de los otros, incluso si eligen seguir presos en la cárcel saturniana de su realidad.
Piscis es un signo paradójico y, como Acuario, de difícil asiento en la realidad social que nos envuelve y limita. Simbólicamente en él se diluye el Ego, que reaparecerá en Aries, y, por tanto, valores transegoicos como la confluencia compasiva, el altruismo, el servicio a los demás y la falta de ambición material tienen en Piscis su lugar. La ausencia de estos valores en su vida cotidiana y la tristeza profunda que ello le provoca hace que Piscis sea uno de los signos más habituales en todo tipo de terapias o actividades de crecimiento personal.
También es cierto que muchos se extravían en las ciénagas del poder y la superstición y que fácilmente acaban en adicciones farmacológicas o emocionales que les hunden cíclicamente en etapas de honda depresión y soledad. Sea cual sea el extravío vivencial que sufre Piscis-emocional, ideológico, exotérico, espiritual- estas etapas de profunda soledad le dan la oportunidad de tocar su fondo arquetípico desde donde poder entender su esencial actitud de servicio amoroso que palia el sufrimiento de las luchas del Ego mientras se forma y se transforma. El Ego de Piscis es lubricante amoroso para las heridas de crecimiento de los demás Egos solares.
Una vez que Piscis entiende esto le importa menos cristalizar su Ego social alrededor del mundo de la política, de la religión, de los desheredados o de la propia familia. La paz interior de Piscis está en aliviar las heridas de las guerras egoicas de esta cultura competitiva y cruel, aceptando esa realidad compasivamente. Cuando Piscis entiende esto desde su más profunda soledad, con ayuda terapéutica o sin ella, algo se encaja para siempre en el corazón de este signo.
Casi siempre con Piscis es utilísimo explicarle todo esto en el lenguaje simbólico que mejor entienda y acompañarle en la travesía del desierto de su soledad, de su temor a sí mismo, a su propia trascendencia natural. Bien es verdad que el camino de Piscis a menudo no parece encontrarse en este mundo. Sin embargo, el desierto tiene sus propias sendas y cuando Piscis las encuentra ve crecer la hierba bajo sus cósmicos pies.
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